viernes, 4 de marzo de 2011

Raúl y Messi (por José Miguel Goñi)

Tan parecidos. Tan diferentes. Tan letales. Tan reconocidos. El primero en las últimas etapas de un magnífico recorrido. El segundo en unos pasos que ya no son los primeros, pero casi, de una carrera que se vislumbra apoteósica.

Ayer en la noche, Europa volvió a estar a sus pies. Y con Europa podríamos decir que casi nuestro mundo. En medio de un planeta tan increíblemente convulsionado; en medio de una ciudadanía que no alcanzamos a ejercer; en medio de intereses y egoísmos que se anteponen a la más pura y simple caridad; en medio de todo ello y más, aparecen estos dos muchachos.

Y al menos por un rato vuelve uno a creer en el esfuerzo, en el sacrificio, en la solidaridad, en la entrega, en la alegría. Porque los dos son pequeños en tierra de gigantes. Messi incluso tuvo que vivir todo un proceso médico muy singular y complejo durante su adolescencia para poder ser el que hoy es. Raúl tuvo que inventarse siempre espacios para otros inaccesibles, para otros insospechados, desde los cuales aparecer y anotar, siempre anotar.

Ayer en la noche, además de anotar, ambos trabajaron en el césped hasta darlo todo. Raúl anotó su gol sin alcanzar el minuto 15. Antes de eso había avisado. Luego, al fondo de la malla. Y después a trabajar de lo lindo. El Schalke terminó pidiendo la hora en el Bayern Arena. Y Raúl sonrió como si fuera su primera final. Se lo ganó a pulso. Llevamos años viendo marcharse a Raúl de un campo de fútbol. Retirándolo. Y todos nos topamos con su fe, con su fuerza mental y física, con sus goles, tan valiosos, tan variados, tan emotivos. El de anoche vale una final. El del otro día en Mestalla pudiera valer una clasificación.

Messi anotó cuando faltaban 14 minutos para terminar un gran partido de fútbol. Disputado en cada centímetro. Obligando a todos a jugar, como coloquialmente se dice, "en una baldosa". Y claro, en eso, hoy por hoy, el Barça es mejor que el Valencia. Adriano, que tuvo una formidable noche, cedió bien a Messi, quien después de fallar un número considerable de oportunidades, se encargó de ponerle nombre a tres puntos sumamente importantes: Barcelona. Antes y después del gol también había trabajado lo suyo. Apoyó al equipo en la recuperación en todo momento y varias de las oportunidades marradas por él fueron producto de esa buena presión en tres cuartos de cancha.

Ambos jugadores son sumamente talentosos. Pero no nos engañemos. Detrás de esas actuaciones que nos embelesan, hay mucho esfuerzo, sacrificio, ganas de vivir, alegría. También dolores, desencantos, tristezas y sinsabores. Y es bueno que tengamos presente eso, en medio de un mundo que nos demanda a gritos algo más. También a ellos se los exige. A cada uno desde nuestros lugares de acción. Y ese algo más es fruto de un ejercicio sano de nuestra voluntad. De arriesgarnos a optar por algo mejor, sabiendo que tal vez no lo obtendremos.

Demos ese paso al frente para sonreír luego, sabiendo que el trabajo y esfuerzo realizados de manera sostenida y convencidos de sus buenos frutos, en cualquier momento nos regala una noche mágica. Como ayer se la regaló a Raúl y a Messi. Y con ellos a muchos más... ¡Chapeau a ambos!

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