El “Villarato” según Relaño (parte III)
A continuación la tercera parte de este artículo sobre el “Villarato”…
Y ahora vamos con el “villarato” y el Barça. Llevo cincuenta años siguiendo el fútbol español y no recuerdo casos de apoyo explícito tan sostenidos a un club, y si alguien me los puede aportar lo agradeceré.
He visto al Barça retirarse de la Copa porque sí. Fue en abril de 2000. El Barça había perdido 3-0 el partido de ida, ante el Atlético. Para el partido de vuelta Van Gaal exigió un aplazamiento, porque tenía muchos holandeses y les llamaba su selección (para entonces había más tensiones de calendario aún que ahora). Era un amistoso, con Escocia. Pocos meses antes había habido un amistoso Holanda-Marruecos y para esa vez Van Gaal obtuvo de sus paisanos la gracia de que no convocaran a los barcelonistas, para que jugaran el partido del Centenario del club, Barcelona-Brasil. Esta vez Van Gaal y el Barça decidieron no pedir el favor, prefirieron reventar el partido. Dijeron que entre ausencias y una lesión (Amunike ya tenía el alta médica pero aún no había reaparecido) sólo les quedaban diez jugadores. Que completar el equipo con canteranos (el reglamento impone que tiene que haber un mínimo de siete de la primera plantilla, de modo que se podría hacer y La Masía ya existía) desvirtuaría el partido. Así que se presentó al partido con sus diez jugadores, en una escena bufa. Guardiola, muy honorable capitán, abandonó la fila en un momento dado y se acercó al medio campo a comunicarle a Díaz Vega que esto es lo que hay. Santi Denia, igualmente honorable capitán del Atlético, que viajó y compareció en tiempo y forma, asistió circunspecto al breve diálogo. Todo televisado en directo. Luego, todos a casa sin ducharse.
Eran semifinalistas los dos equipos de Madrid y los dos de Barcelona. Los cuatro tenían internacionales. Los otros tres jugaron, prescindiendo de los suyos, dado que esa fecha se montó en fecha FIFA. A ninguno le dio por hacer algo parecido. La sanción por algo así es un año sin participar en la Copa. En verano, aprovechando una de sus reelecciones. Villar le indultó. (No está entre sus competencias hacer tal cosa).
Salto a 2003, otro pleito de internacionales. Para encajarle a Ronaldinho los descansos precisos entre un partido de la selección y otro de Liga, el Barça jugó su partido contra el Sevilla a las doce y cinco de la noche, haciendo alarde de su poder para mover Roma con Santiago. Allí estaba el árbitro, correctamente uniformado y dispuesto, y hasta Del Nido, tan jaque él, en el palco, junto a Laporta.
Una de cochinillo. ¿Recuerdan? Medina hizo lo posible por salvar el partido, tras una larga interrupción, e hizo bien. Fue cuando el segundo retorno de Figo al Camp Nou tras su salida, cuando cometió la afrenta de sacar los córners, cosa que no había hecho en su primer regreso, pero que hacía sistemáticamente en los demás partidos. El encargado de la megafonía había anunciado en entrevistas de prensa previas que cuando diera las alineaciones haría una pausa al llegar a Figo, para que la gente le abucheara a fondo. A pesar de ese anuncio no sólo no le alejaron de la tarea, sino que le permitieron hacerlo. El ambiente envilecido degeneró.
La consecuencia fue la orden de cierre del campo. El Barça recurrió a la justicia ordinaria, vulnerando el pacto del fútbol de no hacer tal cosa sino para casos laborales. Por eso mismo habían obligado a Lendoiro a arrastrarse ante la UEFA. Pero con el Barça fue distinto: mientras tenía el caso en los tribunales se modificó “ad hoc” el artículo 118 de los estatutos. Entonces lo retiró. Y la modificación le salvó del cierre. Luego se han seguido cerrando campos por cosas menores, pero no todo el mundo es el Barça.
Sigo: a la vuelta de aquel mal mundial de Luis Aragonés España montó un amistoso de esos extraños (“villarato” del otro, ¿lo ven?) en Islandia. A nadie le apetecía. Menos de cinco días después el Barça tenía partido de Supercopa con el Espanyol. El Barça decidió que Puyol y Xavi no irían y no fueron. Los declaró lesionados. Para tales casos está establecido que un jugador que es retirado de una convocatoria por lesión no puede jugar con su club hasta pasados cinco días del partido internacional. Por supuesto, Xavi y Puyol jugaron la Supercopa. Por supuesto, el Espanyol hizo una reclamación: el caso era de catálogo. Por supuesto, el asunto se enterró en las sentinas de la Federación.
Sigo más: a la final de Copa de 2004 llegaron el Zaragoza y el Madrid. La ciudad escogida fue Barcelona. Pero ¿cómo consentir que el Madrid, a la sazón galáctico, ganara una final (todo el mundo daba por sentado que ganaría) allí? ¿Podría profanarse el recinto con el himno del equipo campeón? No. Hubo que jugar en Montjuïc, de menos capacidad, con pista, peor por todos los conceptos. No se le iba a hacer esto al Barça. Esta vez, sin embargo, el mundo culé se perdió un gusto, porque la final la ganó el Zaragoza, con aquel gol de Galletti. El “galacticidio” podría tener ahora una placa en el Camp Nou pero no siempre sale todo de la mejor manera posible. (Es broma).
La penúltima, y gorda es casi de anteayer. La huelga de controladores convulsionó a todo el fútbol. La víspera, equipos de toda España se echaron a la carretera, en autobús. Algunos se cruzaron toda España, otros, como el Atlético, sólo media. El Barça lo tenía fácil, jugaba en Pamplona: AVE a Zaragoza y un autobús a Pamplona. No hacía falta ni tomar precauciones en la víspera. De hecho, el Barça siempre viaja en el día. Alguien les dijo que se arreglaría lo de los aeropuertos y no tomaron la menor precaución. Cuando vieron que no había vuelos decidieron que mejor dejarlo para mañana, llamaron al secretario de la Federación y lo arreglaron con él, sin consultar ni por cortesía a Osasuna. Quedaban para eso momento unas siete horas para el partido. La Federación llamó a Patxi Izco, que se enfadó. Como el Barça se estaba pasando se armó un revuelo nacional que ni esperaban ni entendieron en el club, así que decidieron hacer tarde lo que debieron hacer mucho antes: coger uno de los muchos AVEs y marchar a Zaragoza. De ahí a Pamplona. Llegaron al Reyno de Navarra justo a las 20:00, hora fijada para el comienzo. Por supuesto, se les autorizó a calentar el tiempo que quisieron, hasta rebasar generosamente la media hora de cortesía que el reglamento prevé para equipos que comparecen tarde. ¿Quién les iba a apremiar?